3.7 Lo de los demás es igual de malo, o peor
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Desafortunadamente, muchas veces hay la creencia de que lo que hacen los demás es mejor que lo que hacemos nosotros. Por ejemplo, si un producto X está diseñado en un país determinado, ya es automáticamente considerado como «bueno», aunque la fabricación se haya hecho en otro país con la mano de obra mucho más barata (cosas de la globalización).
Tengo algunos colegas que trabajan para grandes empresas al otro lado del charco y en países de Europa fuera de España que me han contado algunas anécdotas interesantes que voy a resumir en este capítulo.
Los workaholics (adictos al trabajo) son gente que vive para trabajar y esta afirmación en muchos casos no es para nada exagerada. Según me explicaban, te puedes encontrar gente por los pasillos usando el ordenador mientras caminan, con la excusa de que así pueden seguir trabajando y no pierden el tiempo cuando tienen que ir de un sitio a otro. También me decían que lo que se ve en los reportajes acerca de los gimnasios, futbolines, etc., realmente existe, pero muchas veces no tienen tiempo para usarlos.
Una de las mejores anécdotas fue cuando uno de ellos me dijo que quería asistir a una conferencia en directo de una persona muy importante dentro del mundo tecnológico, que se celebraba al lado de donde estaba él. Era uno de esos acontecimientos que solo ocurren una vez, pero desgraciadamente no pudo asistir porque… ¡tenía mucho trabajo! Entonces, ¿qué es lo que hizo? Acabó viendo la retransmisión en streaming de una conferencia que se daba justo al lado de donde se encontraba, pero a la que no se podía permitir el lujo de asistir por falta de tiempo.
Según me decían, la idea es montar todo un ecosistema alrededor del lugar de trabajo para que no te falte de nada, de esta forma «no necesitas salir de allí» y acabas trabajando más horas, incluso sin darte cuenta.
En otra ocasión quedé con uno de ellos para poder hacer una videoconferencia y, debido a la diferencia horaria, reservamos un día y hora con suficiente antelación. Sin embargo, justo cuando llegó el momento y ya estaba frente al ordenador a punto para empezar, me dijo que lo sentía mucho, pero que no podía hablar porque tenía que desplegar unos cambios muy importantes en producción y que tendríamos que hablar otro día. Por supuesto, siempre pueden surgir imprevistos, pero, sobre todo, no dejes que el trabajo controle tu vida.
Respecto a la profesionalidad de la gente, sin duda hay de todo en todas partes. También hay los típicos pasotas que intentan vivir a cuestas de los compañeros, que son los que realmente les sacan las castañas del fuego porque ellos no tienen ni idea de lo que se supone que tendrían que saber hacer.
La moraleja aquí es: antes de irte a otro país, asegúrate de que lo que te prometen es real, recuerda que nadie regala duros a cuatro pesetas, y cerciórate de cuál es el nivel de vida allí. Si vas a ganar un 10 % más, pero la vida allí es un 20 % más cara, aún vas a salir perdiendo y además te vas a encontrar solo en otro país en el que probablemente no hablen tu lengua. Con esto no digo que irse a trabajar al extranjero sea malo (a veces, incluso, no queda más remedio), lo que quiero decir es que no te dejes deslumbrar por el factor económico y ponlo todo en conjunto en la balanza antes de tomar decisiones precipitadas. Al fin y al cabo, recuerda que el césped del vecino no siempre es más verde que el tuyo, aunque pueda parecértelo a primera impresión.
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